UN RELATO DESDE EL MELODRAMA Y LA VIOLENCIA

No nos quieren ver es una serie televisiva chilena estrenada en 2021, dirigida por Guillermo Helo, y producida en conjunto por Mega y la productora Altirosapiens. Contó con fondos públicos del Consejo Nacional de Televisión (CNTV) y la de Corporación de Fomento de la Producción (Corfo). Posteriormente, fue comprada por Warner Media Latin America (filial regional del conglomerado Warner Bros. Discovery) para luego ser programada por HBO MAX. En su estreno llegó a los 13,3 puntos de rating, y destacó en redes sociales por lo crudo de la historia, la importancia de abordar estas temáticas y las sensaciones que generó al estar inspirada en hechos reales*.

La serie cuenta la historia de Catalina (Sara Becker), una adolescente de 14 años que es separada de su familia y llevada a un hogar de protección. Tiempo después, ella fallece en las inmediaciones del hogar en extrañas circunstancias.

Paola, su abogada, (Tamara Acosta), con ayuda de Colomba (Francisca Lewin) psicóloga y directora del hogar Casita feliz, y Fernanda (Paulina Urrutia), magistrado de Tribunales de Familia, intenta descubrir la verdad sobre su muerte, al mismo tiempo que se van adentrando en los pormenores de la red de instituciones encargadas de la protección de la infancia, abordando asuntos como el riesgo social, la sexualización y la desprotección que viven día a día en esos lugares niños, niñas y adolescentes.

Es difícil categorizar esta serie dentro de lo que entendemos como un melodrama clásico; sin embargo, es posible señalar que cuenta con formas melodramáticas que permiten acercarse al nivel afectivo y experiencial de la cotidianidad de las protagonistas: las experiencias temporales; la unión estética entre el pasado y el presente; y el desenlace agridulce. Acá, estas reconocibles formas melodramáticas están en la base de la articulación narrativa y estética, pues desde allí se empieza a tejer la relación entre la(s) violencia(s) como reducción asociada al cuerpo y vida de Catalina; el trauma de Paola en su adolescencia y las consecuencias que tuvo en las decisiones que la llevaron a ser quien; además de la angustia, la incertidumbre y los miedos que ambas sufren en su día a día.

La serie trabaja en tres temporalidades que se van uniendo y traslapando constantemente a lo largo de los episodios. La primera temporalidad es el presente investigativo, cuando Paola se entera de la muerte de Catalina y comienza, junto a Colomba y Fernanda, a investigar, unir cabos y rastrear huellas que le ayuden en su travesía por esclarecer la verdad de lo ocurrido.

La segunda, que denominamos pasado mortuorio muestra la verdad de lo ocurrido a Catalina y cómo ella fue experimentando distintas formas de violencia hasta ser asesinada por el líder de la organización que explotaba sexualmente a adolescentes.

El pasado biográfico de Paola es la tercera temporalidad, que deja ver el trauma vivido en su infancia (la muerte de su hermano a su cuidado) y cómo estos sucesos dieron forma a la persona que es en el presente de la serie cuando su dedicación como abogada la lleva más allá de lo permitido y de lo que le dicen, buscando cumplir su promesa de protección a niños, niñas y adolescentes.

Si bien es posible identificar fácilmente en la serie cada una de estas temporalidades, la propuesta audiovisual no muestra diferencias estéticas entre los pasados mencionados y el presente. Por ejemplo, no son usados recursos como filtros de colores, velocidades de las imágenes, o distorsiones de sonidos que permitan entender en qué momento de las vidas de las protagonistas ocurre la acción. Pasado y presente trabajan al unísono, emparejados por el modo melodramático de unir espacio y tiempo de sus experiencias y procesos psicológicos. De esta forma, la serie da a entender que las vivencias en un tiempo pretérito son constituyentes del ahora, del tiempo actual, y que la unión entre ambos está conformada por matices afectivos.

El desenlace agridulce conecta con el melodrama contemporáneo, donde el final feliz no es parte esencial del relato, y donde la moraleja entregada es nebulosa y dudosa, en cuanto a los valores morales que están en la base de la cultura de la sociedad en cuestión. En este caso, si bien se descubre quien asesinó a Catalina, esta persona se defiende diciendo que al menos se preocupó de ella (y de las otras adolescentes) cuando las instituciones no lo estaban haciendo. Asimismo, aun cuando Paola y Colomba decidieron inscribir un hogar que funcione como ellas consideran que es lo correcto, sin las irregularidades y negligencias descubiertas, saben que será difícil, pues estarán luchando contra un sistema que funciona en una lógica de mercado.

No nos quieren ver es una serie que, mediante distintas formas melodramáticas, hace transitar por las violencias del sistema y por las intenciones afectivas de hacerse cargo de la realidad, a través de conceptos como el riesgo social, las irresponsabilidades y las formas-de-vida como mercancías, por una parte, y el cuidado y la responsabilidad, por otro, demostrando que estos últimos conceptos  identificados en las tramas principales y secundarias de la serie se transforman en una categoría política donde lo afectivo, a nivel individual y social, es parte fundamental de la construcción de comunidad.

Esta columna recoge parte de las discusiones y análisis realizados por un grupo de investigadores asociados al Núcleo de Investigación en Televisión y Sociedad de la Universidad de Chile (NitsChile).  

Algunas ideas tratadas en esta columna son parte del análisis que el autor está realizando en su tesis doctoral.

No nos quieren ver. 2021. Director: Guillermo Helo. Ficción. Reparto: Tamara Acosta, Amparo Noguera, Francisca Lewin, Paulina Urrutia y Sara Becker. Productora: Megamedia y Altirosapiens. 8 episodios. Chile.

* Caso Lissette Villa: En 2016, una niña de once años falleció producto de la asfixia provocada por dos funcionarias al interior del Centro de Reparación Especializada de Administración Directa (Cread) Galvarino de Estación Central (Santiago), parte de la red de centros del Sename. Lo ocurrido con Lissette destapó miles de casos de abuso, tortura y muerte ocurridas en este tipo de residencias a lo largo de Chile.

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